En la actualidad el Ayuntamiento de Cogollos Vega todos los viernes recoge alimentos perecederos del Banco de Alimentos de Granada y los reparte entre aquellas familias con escasos recursos económicos, familias en las que todos sus integrantes se encuentran en desempleo y ninguno de ellos percibe renta alguna, además ha solicitado a la Junta de Andalucía subvenciones para poder comprar alimentos que, aun siendo de primera necesidad, no podemos conseguir en el Banco de Alimentos de Granada, como es la carne, huevos, patatas, productos congelados (pescado)… y aquellos otros que nos ayuden a reforzar la alimentación infantil, estas compras se han realizado en los pequeños comercios del municipio con la intención de poder reactivarlos y darles un pequeño balón de oxígeno.
El cometido de toda esta intervención se basa en asegurar la garantía alimentaria a colectivos especialmente vulnerables y personas con escasos recursos económicos, cumpliendo los requisitos exigidos en el Decreto-Ley 7/2013, de 30 de abril, a la vez que, como ya se ha dicho anteriormente, damos un balón de oxígeno a los pequeños comercios del municipio.
No debemos de olvidar que como se comunica en las Disposiciones generales del Decreto-Ley 7/2013, de 30 de abril, “La crisis está afectando a personas que con anterioridad nunca habían precisado recurrir a los sistemas de protección social.”, nuestro municipio no es una excepción, y al igual que sucede en el resto de España, cada vez son más las familias que necesitan que se les ayude para poder llegar a fin de mes.
El paro, las subidas de impuestos y las rebajas salariales se han combinado en los últimos meses no solo para contener el presupuesto que los hogares españoles destinan a la alimentación, sino para reducir en sí misma la cantidad de comida que entra en las casas. Esta circunstancia está afectando de forma directa a los pequeños comercios de nuestro municipio, que no pueden competir con los precios de las grandes superficies. La llegada de la segunda recesión dentro del proceso de crisis que vivimos tiene como uno de sus principales damnificados al pequeño comercio. La caída del consumo interno y las escasas perspectivas de recuperación hacen que los consumidores se queden en casa y los primeros que lo pagan son los establecimientos de menor tamaño. En las grandes ciudades puede verse como cada día cierra algún comercio, muchos de ellos con varias décadas de trayectoria.
La caída en la actividad comercial y en el empleo no distingue sectores de actividad. Cierran establecimientos de alimentación, de ropa, de artículos para el hogar, etc. Lo único que parece ir bien son los comercios que abren ciudadanos asiáticos que cada vez ganan más espacio en las ciudades y ofrecen productos más variados. El pequeño comercio no puede competir con los precios imbatibles que ofrecen, ni con las condiciones laborales de sus empleados.